Guanajuato.- El Día de Muertos, una de las tradiciones más emblemáticas de nuestra cultura mexicana, nos ha envuelto en su encanto. Desde el 1 de noviembre, dedicado a los «angelitos», hasta el 2 de noviembre, honrando a los adultos difuntos, esta celebración ancestral nos conecta con nuestras raíces prehispánicas.
En nuestra institución educativa, la sociedad de padres de familia organizó un hermoso altar de muertos el pasado 2 de noviembre. Nuestros estudiantes también se unieron a la celebración, luciendo increíbles disfraces de catrinas y catrines. Además, ¡no faltó la venta de delicioso alfeñique!
En todo el país, más de 40 grupos indígenas mantienen viva esta tradición a través de rituales únicos. Una parte esencial es la visita a los cementerios, donde las familias colocan arreglos florales y velas para iluminar el camino de las almas hacia el hogar.
Los altares de muertos también forman parte fundamental de esta festividad. En casas, edificios y espacios públicos, se erigen con amor y reconocimiento a los difuntos. En ellos, se encuentran elementos simbólicos como el papel picado, las velas blancas, las flores de cempasúchil y objetos personales y fotografías de los seres queridos.
La comida y bebida favorita del difunto no pueden faltar, para que puedan disfrutarla en su regreso. El pan de muerto, tan tradicional en esta época, se suma a las calaveritas de dulce con los nombres de los fallecidos escritos en ellas. El agua natural sacia la sed de las almas en su travesía.
La celebración del Día de Muertos es una mezcla de devoción mística, donde se unen lo religioso y lo pagano, el miedo y la burla. Cantamos a la muerte, la caricaturizamos en «calaveras» y nos deleitamos con dulces y panes en su honor. ¡Disfrutemos de esta hermosa tradición mexicana!